La llegada de la inteligencia artificial (IA) no se limita a una cuarta revolución industrial: representa una posible ruptura, un cambio profundo que está remodelando las sociedades, los marcos y los paradigmas humanos. Lo que antes era una simple herramienta emergente, ahora impregna todos los ámbitos, desde la gobernanza hasta la atención sanitaria, transformando la vida cotidiana y generando debates éticos urgentes. El análisis de la profesora Naciye Selin Senocak, politóloga y titular de la cátedra UNESCO de diplomacia cultural, gobernanza y educación, resulta muy interesante porque, de hecho, desmonta el pesimismo dominante sobre el impacto de las tecnologías en nuestras sociedades.

En medio de este auge tecnológico, reina la incertidumbre: seguirá la IA siendo una extensión de las capacidades humanas,o podría cuestionar y redefinir la autonomía y el propósito del ser humano?

A través de su artículo, la autora recorre “el espectro de perspectivas sobre el papel de la IA en la modernidad, explorando si esta anuncia una nueva civilización en la que los algoritmos no solo sirven al ser humano, sino que también moldean su destino”.

Al examinar críticamente estos puntos de vista, busca comprender el potencial de la IA para elevar o debilitar los aspectos fundamentales de la civilización: “nuestros valores, nuestra gobernanza y nuestro futuro común”.

Y Selin Senocak plantea las que, en su opinión, son preguntas esenciales:

Según la autora, el optimismo que rodea el potencial de las máquinas inteligentes no debe ocultar los riesgos importantes que estas pueden representar para el futuro de nuestra especie.

«La expansión de las ciencias naturales ha absorbido progresivamente muchas ramas de la filosofía; sin embargo, la ética sigue siendo indispensable, conservando una autonomía epistemológica única», subraya Seline Senocak.

Según ella, «esta autonomía plantea una cuestión fundamental para los éticos, sociólogos y teólogos: si la humanidad llegara a crear una conciencia artificial —una forma de inteligencia que supere al intelecto humano—, ¿qué quedaría, si acaso, que fuera específicamente humano?»

«¿Existe alguna función o esencia propia de nuestra especie, algo que no pueda ser reproducido ni reemplazado por medios artificiales?»

Con esta pregunta, la autora resalta la necesidad crucial de una reflexión filosófica y ética rigurosa sobre los desafíos que plantea el progreso tecnológico.

Inevitablemente, afirma, la influencia omnipresente de la tecnología genera cierto grado de escepticismo, «lo que impulsa a profundizar en la investigación sobre sus implicaciones para la identidad y la finalidad humanas.»

Seline Senocak considera esencial establecer leyes inteligentes y cuidadosamente elaboradas para proteger a la humanidad, cada vez más estrechamente ligada a sus creaciones artificiales.

«Esta relación exige una aplicación reflexiva de la imaginación y la creatividad en nuestras interacciones con las máquinas, una aplicación que evite los relatos apocalípticos y las afirmaciones grandilocuentes e infundadas, como las predicciones de un desempleo generalizado, carentes de base empírica sólida.»

De hecho, sostiene la autora, «el impacto de los avances tecnológicos sobre el empleo dependerá en gran medida de cómo estructuremos y adaptemos nuestros sistemas económicos, ya que las nuevas tecnologías crean inevitablemente nuevas demandas y oportunidades profesionales.»

Fuente del artículo:lobservateur